miércoles, 7 de mayo de 2014

Canto XXII: Muerte de Hector y Canto XXIII: Juegos en honor a Patroclo

Canto XXII: Muerte de Hector

Ambos ejércitos se habían puesto en lugar seguro en el campo, cuando Héctor, estando él solo, permanece frente a Aquiles que volvía de perseguir a Febo. Desde el muro querían detener a Héctor sus parientes que lloraban desolados. Vanamente, porque a éste el pudor y a aquél el afecto les impedía retirarse del lugar; sin embargo, apareciéndosele un dios bajo aspecto de hombre, hizo huir a Héctor atemorizado. Lo persiguió fieramente Aquiles y dio tres vueltas alrededor de la muralla. Entre tanto Zeus, compadeciéndose de Héctor, pesó su destino en la balanza y decretó su muerte. Febo lo abandonó al instante y Atenea lo incitó a combatir bajo la apariencia de su hermano Deífobo. De esta manera los héroes se unen en singular combate en el que estando presente Atenea, ayuda a Aquiles y se burla de Héctor con terrible engaño. Finalmente, Aquiles, en lo más álgido del combate lo atraviesa con su lanza, lo despoja de sus armas e insultándolo y manchándose de ignominia, insulta a los suyos y atado a su carro lo arrastra hacia la base naval. Toda la ciudad llora la muerte de su querido Héctor y gritan amargamente sus parientes desde la muralla y Andrómaca es llevada a su casa.


Canto XXIII: Juegos en honor a Patroclo

Los mirmidones dejan sus armas alrededor del féretro de Patroclo, yendo delante Aquiles quien poco después les prepara el banquete fúnebre. Él mismo cena ante Agamenón y anuncia las exequias para el próximo día. A la siguiente noche se le presenta durante el sueño la imagen de Patroclo que le pide justos funerales. Por mandato de Agamenón se llevan leños por la mañana, se presenta el cuerpo y se dispersan las caballerias de Aquiles y de los demás; sacrificadas ante él muchas víctimas y los doce jóvenes troyanos, se hace la hoguera, se enciende y arde con el soplo del Bóreas y del Céfiro, mientras el cuerpo de Héctor es preparado por Afrodita y por Febo. Al día siguiente se recogen y llevan a la urna los huesos de Patroclo para que estén algún dia, según promesa hecha, junto con los de Aquiles; se levanta también un túmulo improvisado. Aquiles añade en honor del difunto, certámenes de varias clases en los que se llevan premios y regalos los principales jefes aqueos. En equitación: Diomedes, Antíloco, Menelao, Merión, Eumelo y Néstor; en pugilato: Epeo y Eurialo; en lucha: Áyax Telamonio y Odiseo; en carreras: Odiseo y Áyax el menor, así como Antiloco; en competencia de armas: Diomedes y Áyax Telamonio; en disco: Polipetes; en flechas: Meriones y Teucro; y lanzando dardos: Agamenón y Meriones.


Canto XXIV: Rescate de Hector

Canto XXIV: Rescate de Hector

Terminados los juegos, los aqueos se entregan a la cena y al sueño; Aquiles permanece insomne y durante la mañana arrebata el cadáver de Héctor atado al carro cerca del túmulo de Patroclo, repetida esta profanación ante los dioses durante varios días, parte se duelen de ello, parte se alegran; compadecido Febo, que guardaba aun íntegro el cuerpo, se queja ante todos gravemente, y por esto Zeus, llamando a Iris por medio de Tetis, manda a Aquiles que desista de tanta crueldad y que no rehúse devolver el cuerpo a los que quieren redimirlo; al mismo tiempo y por su mandato, Iris exhorta a Príamo a que, pagado el rescate de redención, reciba a su hijo. Se llevan a cabo estas gestiones doce días después de la muerte de Héctor. Príamo, durante la noche, al igual que Hécuba y todos los demás troyanos, reúnen preciosos dones y cargan con ellos un carro conducido por el pregonero Ideo y manda que se prepare otro. Entonces hechas las libaciones y aceptado el augurio directo, comienzan a recorrer el camino. Hermes llega ante Príamo por mandato de Zeus, y lo lleva a la tienda, sirviéndole de vigía durante el tiempo dedicado al sueño. Aquiles, vencido fácilmente por las súplicas del rey, recibe el precio de la redención, le devuelve el cuerpo lavado, envuelto en túnicas y concede once días de tregua para la sepultura y of reciéndole honrosa cena lo manda a descansar. Al amanecer del dia siguiente, conduciéndolos Hermes, Príamo lleva el cuerpo a la ciudad a cuya vista salieron todos los troyanos con grandes lamentos; colocado poco después en palacio, después de haberse presentado los cantores, lloran Andrómaca, Hécuba y Helena. Hecha después la pira, se celebra el funeral y el banquete.



Canto XX: Combate de los dioses y Canto XXI: Batalla junto al río

Canto XX: Combate de los dioses

Preparados ambos ejércitos y llamados los dioses a la asamblea, Zeus les permite que cada uno socorra a cualquiera de los dos que desee a fin de que no madure la matanza para los troyanos por la crueldad de Aquiles. Así marchan a la guerra, Hera, Atenea, Poseidón, Hermes, Hefesto, para ayudar a los aqueos; y Ares, Febo, Artemisa, Latona, Janto y Afrodita, a los troyanos. Las tierras celebran con estremecimiento y temor la entrada de los dioses. Antes del comienzo de la batalla, Febo excita a Eneas contra Aquiles que amenazaba a Héctor. Mientras tanto los dioses por convencimiento de Poseidón se sitúan alejados del combate. A varias provocaciones sigue el combate de Aquiles con Eneas a quien Poseidón libra por medio de una nube, pues según los oráculos le tenía destinado un reino entre los troyanos; Héctor, que está por agredir a Aquiles, es rechazado por Febo. Aquiles mata entre otros troyanos a Polidoro, hijo de Príamo. Estando ya por vengar la muerte de su hermano, se dirige Héctor contra Aquiles a quien lo salva también Febo rodeándolo con una nube. Movido por el dolor Aquiles ataca a los demás troyanos y llena el campo de una espantosa ruina de muertos y armas.

Canto XXI: Batalla junto al río

Aquiles acosa a los troyanos, parte hacia la ciudad y parte hacia el Janto (el Escamandro) y habiendo despedazado a muchos en el río, conserva a doce jóvenes vencidos, para las exequias de Patroclo. Ahí mismo mata a Licaón, hijo de Príamo a pesar de sus súplicas; después a Asteropeo, jefe de los peonios junto con otros de aquel pueblo, habiéndose librado del enfurecido río desigual en fuerza. Continuaba la matanza hasta que Janto, obstruido por el número de cadáveres, compadeciéndose, mandó que su cauce se desbordara contra él. Apenas se escapaba Aquiles cuando de nuevo tenía que saltar; pero el río enfurecido lo sumergía en sus ondas y perseguía al que volvía a escapar. Ya le faltaban las fuerzas al que luchaba entre las olas, pero Poseidón y Atenea se las aumentaban; entonces Janto que estaba demasiado irritado, llamó en su ayuda a Simóis, pero Hera llamó a Hefesto que quemó el campo y al río y ni las llamas lo detenían si no las hubiese aumentado la misma diosa. Se iniciaron después combates personales entre los demás dioses: Ares, Atenea, Afrodita, Febo, Poseidón; Hera, Artemisa; Hermes, Latona. Después de esto vuelven al Olimpo los dioses, excepto Febo quien se dirigió a Troya, mientras Aquiles hacía estragos a través del campo y a los demás los empujó su furia hacia el interior de la ciudad en la que Príamo mandó que se cerrara la puerta. Para que aquellos no fueran diezmados en la fuga, Apolo detuvo a Aquiles introduciendoa Agenor, y después él mismo disfrazado bajo la apariencia de Agenor, lo engañó huyendo y así lo alejó de la ciudad.



Canto XVIII: Fabricacion de armas y Canto XIX: Aquiles depone la ira

Canto XVIII: Fabricacion de armas

Recibida la noticia de la muerte de Patroclo, Aquiles se entrega a la desesperación y a los lamentos. Ante estas lamentaciones despertada Tetis, llega desde el mar con su cohorte de Nereidas para consolar a su hijo; a quien cuando ve lleno de ambición de vengarse de Héctor, aunque aquello habría de ser decidido por el destino, difiere su deseo para el último día, pero le promete que le llevará armas nuevas fabricadas por Hefesto. Habiendo regresado las Nereidas a su mansión, Tetis se apresura hacia el Olimpo, mientras se renueva la batalla sobre el cuerpo de Patroclo que finalmente hubiera quedado en poder de Héctor, a no ser que Aquiles por consejo de Hera hubiese aterrorizado a los troyanos con su aspecto y voz terribles y los hubiese hecho huir hasta las murallas enemigas; mientras tanto los aqueos, rescatado el cuerpo, lo llevan a la tienda de Aquiles, al entrar la noche. Los troyanos tienen una tumultosa asamblea y Polidamante los persuade de que se salven dentro de las murallas, no sea que Aquiles venga a las filas y acabe con ellos; pero este prudente consejo desagrada a Héctor y al pueblo. Los troyanos redoblan la vigilancia durante la noche con sus armas; los aqueos y al frente de ellos Aquiles, lloran la muerte de Patroclo, embalsaman el cadáver y lo colocan en el ataúd. Aquella misma noche llega Tetis al Olimpo en donde Zeus acababa de reprender a su esposa porque ayudó a Aquiles y es recibida amigablemente en la mansión de Hefesto. Para Hefesto le era fácil si se lo pedían con insistencia, fabricar escudos y toda clase de armas con su arte exquisito.

Canto XIX: Aquiles depone la ira

A la salida del sol, Tetis le da a Aquiles las armas que había fabricado Hefesto y lo excita nuevamente a la alianza para la guerra; pues el cuerpo de Patroclo derrama divinos olores a fin de que dure incorrupto para la sepultura. Aquiles, reuniendo una samblea, olvida su ira, y pide continuar la guerra cuanto antes. Por su parte Agamenón confiesa su error y una vez reconciliado, ofrece los dones prometidos por medio de su legado Odiseo; pero olvidándolos él, tal vez con intención de vengarse, apremia a comenzar la batalla. Finalmente cede ante Odiseo y espera hasta hallarse presente al que lo aconsejaba mientras las tropas tomaban el desayuno y recibe ante la asamblea los dones y a la hija de Brises, causa de la discordia a la que Agamenón juró devolverla intacta mediante un sacrificio expiatorio. Se trasladaron los dones desde un lugar público a la tienda de Aquiles en donde las mujeres lloraban a Patroclo y el héroe mismo vuelve a lamentarse y se abstiene firmemente de probar alimento, tomándolo el ejército. Aquiles es deleitado por Atenea, enviada desde el cielo; poco después se pone las nuevas armas, sube al carro con Automedonte y sabido por otro el destino de sus caballos, marcha a la fila lleno de vida.


Canto XVI: Gesta de Patroclo y canto XVII: Gesta de Menelao

Canto XVI: Gesta de Patroclo.

La historia retorna a su curso principal. Se ha satisfecho completamente la expectación levantada por las vicisitudes y demoras de los libros precedentes. De aquí hasta el final del poema la acción no se ha de interrumpir sensiblemente. El argumento del canto es simple: Aquiles le permite a Patroclo acudir en ayuda del ejército griego con los mirmidones, pero le advierte que no persiga demasiado lejos a los troyanos. Entretanto, Ayante ha sido obligado a retroceder y se pone fuego a una nave griega (1-129). Patroclo, vestido con la armadura de Aquiles, cae sobre los troyanos y los hace retroceder de la nave que arde. Después de alguna resistencia los empuja más allá del foso, matando a muchos (130-418). El jefe licio Sarpedón acude a socorrerlos. Zeus quiere salvar su vida, pero cede ante Hera y soporta que el destino siga su curso. Patroclo mata a Sarpedón. Apolo cura a su compañero Glauco de la herida que recibiera anteriormente y éste defiende el cuerpo del caído. La batalla que sigue termina con la huida de los troyanos. Zeus ordena a Apolo que envía a Sueño y Muerte a llevar el cuerpo de Sarpedón a su casa en Licia (419-683). Patroclo olvida la advertencia de Aquiles y persigue a los troyanos hasta la muralla de la ciudad. Héctor, instado por Apolo, lo ataca. Patroclo mata al auriga de Héctor, Cebriones, sigue un largo combate alrededor de su cuerpo. Finalmente, Apolo desarma a Patroclo y lo matan Euforbo y Héctor (684-857).  

Canto XVII: Gesta de Menelao

Muerto Patroclo, Menelao mata a Euforbo y lo despoja de sus armas. Héctor por consejo de Apolo dejando de perseguir a Automedonte le quita los despojos y regresa, mientras Menelao hace venir a Áyax el mayor, para que cuide el cadáver. Héctor se retira ante Áyax, pero incitado por la reprensión de Glauco vuelve nuevamente, luciendo soberbiamente las armas de Aquiles, a fin de arrebatar el cuerpo y lleno de fortaleza anima a cada uno de los suyos en el mismo campo de batalla; simultáneamente llamados por Menelao acuden con presteza los más valientes aqueos. Así en un mismo lugar se origina un terrible combate entre Menelao y Héctor con cada una de sus tropas y pelean uno y otro con distinta suerte. Ellos para defender el cuerpo de Patroclo y éstos para que lo arrastren y sea causa de ludibrio. Zeus vuelve el vigor a los caballos de Aquiles que se dolían por la muerte de Patroclo y Automedonte los regresa al combate en unión con Alcimedonte. Héctor, Eneas y otros, atacan el carro de Aquiles para apoderarse de los nobles caballos y los aqueos sostienen con fiereza el ímpetu de aquellos, quienes tratan también de rescatar el cadáver. Entonces Menelao implora nuevas fuerzas a Atenea, y Apolo exhorta a Héctor con la aprobación de Zeus. Finalmente viene a menos la fuerza aquea, y aun el mismo Áyax Telamonio, tiembla, bajo cuyo mandato Menelao envía un mensajero a Aquiles, y es Antíloco, quien le anuncia la muerte de Patroclo y las derrotas recibidas, y el mismo Menelao junto con Merión apoyado por la compañía de los Áyax, se atreve a llevarse el cadáver hasta las naves, metiéndose entre los enemigos que combatían.




Canto XIV: Engaño de Zeus y Canto XV: Nueva ofensiva desde las naves

Canto XIV: Engaño de Zeus 

Néstor, atemorizado por el clamorío del combate, sale de su tienda en la que aún se curaba Macaón, para explorar los hechos en el lugar en que se realizaban (1-26). Agamenón, Odiseo y Diomedes, doliéndose aún por las heridas, le salen al encuentro cambiándose de lugar por la misma causa; el primero de los cuales angustiado por el éxito de la guerra y viendo ahora abierta la muralla, reflexiona sobre la huida (27-81). Odiseo reprueba esta determinación, y así Diomedes persuade a todos a que vuelvan a la batalla y que con su presencia ayuden a todos, dándoles certidumbre y consejos; al mismo tiempo Poseidón conforta a Agamenón que ya se iba y da fortaleza al ejército (82-152). Mientras tanto Hera, para elevar la moral de los aqueos, se arregla en su persona y se prepara delante de Zeus en el monte lda para atraerlo con todos los halagos de una esposa; para lo cual se coloca el cíngulo de Afrodita y hace venir desde Lemnos al dios Sueño, quien lo entretiene en el estado de descanso (153-351). Poseidón había puesto asechanzas en este tiempo, mediante el consejo de Sueño, la suerte de los aqueos que les devolvió auxiliándolos prontamente (352-401). Héctor, herido por el golpe de la piedra que le había lanzado Áyax, estaba sin alientos y fue transportado y curado por sus soldados (402-439). Combatiendo los aqueos a los troyanos, elevados ya sus fuerzas y espíritu de combate, los alejan de las naves, persiguiéndolos en primer término Áyax el menor (440-522).

Canto XV: Nueva ofensiva desde las naves

Despertando de su letargo Zeus, ve a Poseidón dando ayuda a los troyanos contra los aqueos (1-11). Enseguida, reprende ásperamente a Hera y manda llamar del Olimpo a Iris y Apolo; se sirve de ellos como de sus ministros para restituir sus fuerzas a los troyanos y simultáneamente predice toda la serie de designios hasta la destrucción de la ciudad (12-77). Habiendo regresado Hera a la morada de los dioses, Ares sabe por ella lo referente a la muerte de su hijo Ascálafo y se apresta para la venganza; Atenea reprime su cólera (78-142). Apolo e Iris se presentan ante Zeus y por mandato de éste obliga a Poseidón bajo amenazas a que abandone la guerra. Éste a pesar de estar lleno de temor aún se atreve a resistirse (143-219). Apolo alienta a Héctor, ya sanado y retirado del combate por esa causa, y renueva la suerte de los troyanos (220-280). Héctor acomete a los fortísimos aqueos que dejando de combatir se retiraban a las naves; mata a una parte de ellos; a otros los hace huir, yendo delante el dios, quien agitando su égida estremeció de temor a los aqueos y fortaleció a los troyanos, pues derribando el muro, preparó el camino para destruir al ejército (281-389). Por esta terrible desgracia que le comunicó Eurípilo, Patroclo regresó ante Aquiles y lo exhortó para que los ayudara en ese último trance (390-404). Mientras tanto los aqueos combaten terriblemente ante sus naves cayendo muchos de ambas partes (405-590). Finalmente ellos se retiran sin dispersarse entre las filas de las naves, desde las que Áyax Telamonio defiende del fuego, armado con una lanza, porque ya Héctor amenazaba quemar la nave de Protesilao (591-746).

Canto XII: Combate en la muralla y Canto XIII: Batalla junto a las naves

Canto XII: Combate en la muralla

Los troyanos, siguiendo primero los consejos de Polidamante, atraviesan el foso previo al muro de los aqueos pero luego desoyen su consejo de no asaltar el muro. El licio Sarpedón abre una brecha en el muro que es atravesado por las tropas troyanas con Héctor a la cabeza, a pesar de la resistencia de Áyax y Teucro.

Canto XIII: Batalla junto a las naves

Poseidón acude a la batalla para animar a los aqueos a resistir las cargas de los troyanos. Entre los aqueos se destaca Idomeneo, rey de Creta. Héleno y Deífobo deben retirarse tras ser heridos por Menelao y Meríones. Pero Héctor prosigue en su avance hasta que se le opone Áyax.