miércoles, 7 de mayo de 2014

Canto XXII: Muerte de Hector y Canto XXIII: Juegos en honor a Patroclo

Canto XXII: Muerte de Hector

Ambos ejércitos se habían puesto en lugar seguro en el campo, cuando Héctor, estando él solo, permanece frente a Aquiles que volvía de perseguir a Febo. Desde el muro querían detener a Héctor sus parientes que lloraban desolados. Vanamente, porque a éste el pudor y a aquél el afecto les impedía retirarse del lugar; sin embargo, apareciéndosele un dios bajo aspecto de hombre, hizo huir a Héctor atemorizado. Lo persiguió fieramente Aquiles y dio tres vueltas alrededor de la muralla. Entre tanto Zeus, compadeciéndose de Héctor, pesó su destino en la balanza y decretó su muerte. Febo lo abandonó al instante y Atenea lo incitó a combatir bajo la apariencia de su hermano Deífobo. De esta manera los héroes se unen en singular combate en el que estando presente Atenea, ayuda a Aquiles y se burla de Héctor con terrible engaño. Finalmente, Aquiles, en lo más álgido del combate lo atraviesa con su lanza, lo despoja de sus armas e insultándolo y manchándose de ignominia, insulta a los suyos y atado a su carro lo arrastra hacia la base naval. Toda la ciudad llora la muerte de su querido Héctor y gritan amargamente sus parientes desde la muralla y Andrómaca es llevada a su casa.


Canto XXIII: Juegos en honor a Patroclo

Los mirmidones dejan sus armas alrededor del féretro de Patroclo, yendo delante Aquiles quien poco después les prepara el banquete fúnebre. Él mismo cena ante Agamenón y anuncia las exequias para el próximo día. A la siguiente noche se le presenta durante el sueño la imagen de Patroclo que le pide justos funerales. Por mandato de Agamenón se llevan leños por la mañana, se presenta el cuerpo y se dispersan las caballerias de Aquiles y de los demás; sacrificadas ante él muchas víctimas y los doce jóvenes troyanos, se hace la hoguera, se enciende y arde con el soplo del Bóreas y del Céfiro, mientras el cuerpo de Héctor es preparado por Afrodita y por Febo. Al día siguiente se recogen y llevan a la urna los huesos de Patroclo para que estén algún dia, según promesa hecha, junto con los de Aquiles; se levanta también un túmulo improvisado. Aquiles añade en honor del difunto, certámenes de varias clases en los que se llevan premios y regalos los principales jefes aqueos. En equitación: Diomedes, Antíloco, Menelao, Merión, Eumelo y Néstor; en pugilato: Epeo y Eurialo; en lucha: Áyax Telamonio y Odiseo; en carreras: Odiseo y Áyax el menor, así como Antiloco; en competencia de armas: Diomedes y Áyax Telamonio; en disco: Polipetes; en flechas: Meriones y Teucro; y lanzando dardos: Agamenón y Meriones.


Canto XXIV: Rescate de Hector

Canto XXIV: Rescate de Hector

Terminados los juegos, los aqueos se entregan a la cena y al sueño; Aquiles permanece insomne y durante la mañana arrebata el cadáver de Héctor atado al carro cerca del túmulo de Patroclo, repetida esta profanación ante los dioses durante varios días, parte se duelen de ello, parte se alegran; compadecido Febo, que guardaba aun íntegro el cuerpo, se queja ante todos gravemente, y por esto Zeus, llamando a Iris por medio de Tetis, manda a Aquiles que desista de tanta crueldad y que no rehúse devolver el cuerpo a los que quieren redimirlo; al mismo tiempo y por su mandato, Iris exhorta a Príamo a que, pagado el rescate de redención, reciba a su hijo. Se llevan a cabo estas gestiones doce días después de la muerte de Héctor. Príamo, durante la noche, al igual que Hécuba y todos los demás troyanos, reúnen preciosos dones y cargan con ellos un carro conducido por el pregonero Ideo y manda que se prepare otro. Entonces hechas las libaciones y aceptado el augurio directo, comienzan a recorrer el camino. Hermes llega ante Príamo por mandato de Zeus, y lo lleva a la tienda, sirviéndole de vigía durante el tiempo dedicado al sueño. Aquiles, vencido fácilmente por las súplicas del rey, recibe el precio de la redención, le devuelve el cuerpo lavado, envuelto en túnicas y concede once días de tregua para la sepultura y of reciéndole honrosa cena lo manda a descansar. Al amanecer del dia siguiente, conduciéndolos Hermes, Príamo lleva el cuerpo a la ciudad a cuya vista salieron todos los troyanos con grandes lamentos; colocado poco después en palacio, después de haberse presentado los cantores, lloran Andrómaca, Hécuba y Helena. Hecha después la pira, se celebra el funeral y el banquete.



Canto XX: Combate de los dioses y Canto XXI: Batalla junto al río

Canto XX: Combate de los dioses

Preparados ambos ejércitos y llamados los dioses a la asamblea, Zeus les permite que cada uno socorra a cualquiera de los dos que desee a fin de que no madure la matanza para los troyanos por la crueldad de Aquiles. Así marchan a la guerra, Hera, Atenea, Poseidón, Hermes, Hefesto, para ayudar a los aqueos; y Ares, Febo, Artemisa, Latona, Janto y Afrodita, a los troyanos. Las tierras celebran con estremecimiento y temor la entrada de los dioses. Antes del comienzo de la batalla, Febo excita a Eneas contra Aquiles que amenazaba a Héctor. Mientras tanto los dioses por convencimiento de Poseidón se sitúan alejados del combate. A varias provocaciones sigue el combate de Aquiles con Eneas a quien Poseidón libra por medio de una nube, pues según los oráculos le tenía destinado un reino entre los troyanos; Héctor, que está por agredir a Aquiles, es rechazado por Febo. Aquiles mata entre otros troyanos a Polidoro, hijo de Príamo. Estando ya por vengar la muerte de su hermano, se dirige Héctor contra Aquiles a quien lo salva también Febo rodeándolo con una nube. Movido por el dolor Aquiles ataca a los demás troyanos y llena el campo de una espantosa ruina de muertos y armas.

Canto XXI: Batalla junto al río

Aquiles acosa a los troyanos, parte hacia la ciudad y parte hacia el Janto (el Escamandro) y habiendo despedazado a muchos en el río, conserva a doce jóvenes vencidos, para las exequias de Patroclo. Ahí mismo mata a Licaón, hijo de Príamo a pesar de sus súplicas; después a Asteropeo, jefe de los peonios junto con otros de aquel pueblo, habiéndose librado del enfurecido río desigual en fuerza. Continuaba la matanza hasta que Janto, obstruido por el número de cadáveres, compadeciéndose, mandó que su cauce se desbordara contra él. Apenas se escapaba Aquiles cuando de nuevo tenía que saltar; pero el río enfurecido lo sumergía en sus ondas y perseguía al que volvía a escapar. Ya le faltaban las fuerzas al que luchaba entre las olas, pero Poseidón y Atenea se las aumentaban; entonces Janto que estaba demasiado irritado, llamó en su ayuda a Simóis, pero Hera llamó a Hefesto que quemó el campo y al río y ni las llamas lo detenían si no las hubiese aumentado la misma diosa. Se iniciaron después combates personales entre los demás dioses: Ares, Atenea, Afrodita, Febo, Poseidón; Hera, Artemisa; Hermes, Latona. Después de esto vuelven al Olimpo los dioses, excepto Febo quien se dirigió a Troya, mientras Aquiles hacía estragos a través del campo y a los demás los empujó su furia hacia el interior de la ciudad en la que Príamo mandó que se cerrara la puerta. Para que aquellos no fueran diezmados en la fuga, Apolo detuvo a Aquiles introduciendoa Agenor, y después él mismo disfrazado bajo la apariencia de Agenor, lo engañó huyendo y así lo alejó de la ciudad.



Canto XVIII: Fabricacion de armas y Canto XIX: Aquiles depone la ira

Canto XVIII: Fabricacion de armas

Recibida la noticia de la muerte de Patroclo, Aquiles se entrega a la desesperación y a los lamentos. Ante estas lamentaciones despertada Tetis, llega desde el mar con su cohorte de Nereidas para consolar a su hijo; a quien cuando ve lleno de ambición de vengarse de Héctor, aunque aquello habría de ser decidido por el destino, difiere su deseo para el último día, pero le promete que le llevará armas nuevas fabricadas por Hefesto. Habiendo regresado las Nereidas a su mansión, Tetis se apresura hacia el Olimpo, mientras se renueva la batalla sobre el cuerpo de Patroclo que finalmente hubiera quedado en poder de Héctor, a no ser que Aquiles por consejo de Hera hubiese aterrorizado a los troyanos con su aspecto y voz terribles y los hubiese hecho huir hasta las murallas enemigas; mientras tanto los aqueos, rescatado el cuerpo, lo llevan a la tienda de Aquiles, al entrar la noche. Los troyanos tienen una tumultosa asamblea y Polidamante los persuade de que se salven dentro de las murallas, no sea que Aquiles venga a las filas y acabe con ellos; pero este prudente consejo desagrada a Héctor y al pueblo. Los troyanos redoblan la vigilancia durante la noche con sus armas; los aqueos y al frente de ellos Aquiles, lloran la muerte de Patroclo, embalsaman el cadáver y lo colocan en el ataúd. Aquella misma noche llega Tetis al Olimpo en donde Zeus acababa de reprender a su esposa porque ayudó a Aquiles y es recibida amigablemente en la mansión de Hefesto. Para Hefesto le era fácil si se lo pedían con insistencia, fabricar escudos y toda clase de armas con su arte exquisito.

Canto XIX: Aquiles depone la ira

A la salida del sol, Tetis le da a Aquiles las armas que había fabricado Hefesto y lo excita nuevamente a la alianza para la guerra; pues el cuerpo de Patroclo derrama divinos olores a fin de que dure incorrupto para la sepultura. Aquiles, reuniendo una samblea, olvida su ira, y pide continuar la guerra cuanto antes. Por su parte Agamenón confiesa su error y una vez reconciliado, ofrece los dones prometidos por medio de su legado Odiseo; pero olvidándolos él, tal vez con intención de vengarse, apremia a comenzar la batalla. Finalmente cede ante Odiseo y espera hasta hallarse presente al que lo aconsejaba mientras las tropas tomaban el desayuno y recibe ante la asamblea los dones y a la hija de Brises, causa de la discordia a la que Agamenón juró devolverla intacta mediante un sacrificio expiatorio. Se trasladaron los dones desde un lugar público a la tienda de Aquiles en donde las mujeres lloraban a Patroclo y el héroe mismo vuelve a lamentarse y se abstiene firmemente de probar alimento, tomándolo el ejército. Aquiles es deleitado por Atenea, enviada desde el cielo; poco después se pone las nuevas armas, sube al carro con Automedonte y sabido por otro el destino de sus caballos, marcha a la fila lleno de vida.


Canto XVI: Gesta de Patroclo y canto XVII: Gesta de Menelao

Canto XVI: Gesta de Patroclo.

La historia retorna a su curso principal. Se ha satisfecho completamente la expectación levantada por las vicisitudes y demoras de los libros precedentes. De aquí hasta el final del poema la acción no se ha de interrumpir sensiblemente. El argumento del canto es simple: Aquiles le permite a Patroclo acudir en ayuda del ejército griego con los mirmidones, pero le advierte que no persiga demasiado lejos a los troyanos. Entretanto, Ayante ha sido obligado a retroceder y se pone fuego a una nave griega (1-129). Patroclo, vestido con la armadura de Aquiles, cae sobre los troyanos y los hace retroceder de la nave que arde. Después de alguna resistencia los empuja más allá del foso, matando a muchos (130-418). El jefe licio Sarpedón acude a socorrerlos. Zeus quiere salvar su vida, pero cede ante Hera y soporta que el destino siga su curso. Patroclo mata a Sarpedón. Apolo cura a su compañero Glauco de la herida que recibiera anteriormente y éste defiende el cuerpo del caído. La batalla que sigue termina con la huida de los troyanos. Zeus ordena a Apolo que envía a Sueño y Muerte a llevar el cuerpo de Sarpedón a su casa en Licia (419-683). Patroclo olvida la advertencia de Aquiles y persigue a los troyanos hasta la muralla de la ciudad. Héctor, instado por Apolo, lo ataca. Patroclo mata al auriga de Héctor, Cebriones, sigue un largo combate alrededor de su cuerpo. Finalmente, Apolo desarma a Patroclo y lo matan Euforbo y Héctor (684-857).  

Canto XVII: Gesta de Menelao

Muerto Patroclo, Menelao mata a Euforbo y lo despoja de sus armas. Héctor por consejo de Apolo dejando de perseguir a Automedonte le quita los despojos y regresa, mientras Menelao hace venir a Áyax el mayor, para que cuide el cadáver. Héctor se retira ante Áyax, pero incitado por la reprensión de Glauco vuelve nuevamente, luciendo soberbiamente las armas de Aquiles, a fin de arrebatar el cuerpo y lleno de fortaleza anima a cada uno de los suyos en el mismo campo de batalla; simultáneamente llamados por Menelao acuden con presteza los más valientes aqueos. Así en un mismo lugar se origina un terrible combate entre Menelao y Héctor con cada una de sus tropas y pelean uno y otro con distinta suerte. Ellos para defender el cuerpo de Patroclo y éstos para que lo arrastren y sea causa de ludibrio. Zeus vuelve el vigor a los caballos de Aquiles que se dolían por la muerte de Patroclo y Automedonte los regresa al combate en unión con Alcimedonte. Héctor, Eneas y otros, atacan el carro de Aquiles para apoderarse de los nobles caballos y los aqueos sostienen con fiereza el ímpetu de aquellos, quienes tratan también de rescatar el cadáver. Entonces Menelao implora nuevas fuerzas a Atenea, y Apolo exhorta a Héctor con la aprobación de Zeus. Finalmente viene a menos la fuerza aquea, y aun el mismo Áyax Telamonio, tiembla, bajo cuyo mandato Menelao envía un mensajero a Aquiles, y es Antíloco, quien le anuncia la muerte de Patroclo y las derrotas recibidas, y el mismo Menelao junto con Merión apoyado por la compañía de los Áyax, se atreve a llevarse el cadáver hasta las naves, metiéndose entre los enemigos que combatían.




Canto XIV: Engaño de Zeus y Canto XV: Nueva ofensiva desde las naves

Canto XIV: Engaño de Zeus 

Néstor, atemorizado por el clamorío del combate, sale de su tienda en la que aún se curaba Macaón, para explorar los hechos en el lugar en que se realizaban (1-26). Agamenón, Odiseo y Diomedes, doliéndose aún por las heridas, le salen al encuentro cambiándose de lugar por la misma causa; el primero de los cuales angustiado por el éxito de la guerra y viendo ahora abierta la muralla, reflexiona sobre la huida (27-81). Odiseo reprueba esta determinación, y así Diomedes persuade a todos a que vuelvan a la batalla y que con su presencia ayuden a todos, dándoles certidumbre y consejos; al mismo tiempo Poseidón conforta a Agamenón que ya se iba y da fortaleza al ejército (82-152). Mientras tanto Hera, para elevar la moral de los aqueos, se arregla en su persona y se prepara delante de Zeus en el monte lda para atraerlo con todos los halagos de una esposa; para lo cual se coloca el cíngulo de Afrodita y hace venir desde Lemnos al dios Sueño, quien lo entretiene en el estado de descanso (153-351). Poseidón había puesto asechanzas en este tiempo, mediante el consejo de Sueño, la suerte de los aqueos que les devolvió auxiliándolos prontamente (352-401). Héctor, herido por el golpe de la piedra que le había lanzado Áyax, estaba sin alientos y fue transportado y curado por sus soldados (402-439). Combatiendo los aqueos a los troyanos, elevados ya sus fuerzas y espíritu de combate, los alejan de las naves, persiguiéndolos en primer término Áyax el menor (440-522).

Canto XV: Nueva ofensiva desde las naves

Despertando de su letargo Zeus, ve a Poseidón dando ayuda a los troyanos contra los aqueos (1-11). Enseguida, reprende ásperamente a Hera y manda llamar del Olimpo a Iris y Apolo; se sirve de ellos como de sus ministros para restituir sus fuerzas a los troyanos y simultáneamente predice toda la serie de designios hasta la destrucción de la ciudad (12-77). Habiendo regresado Hera a la morada de los dioses, Ares sabe por ella lo referente a la muerte de su hijo Ascálafo y se apresta para la venganza; Atenea reprime su cólera (78-142). Apolo e Iris se presentan ante Zeus y por mandato de éste obliga a Poseidón bajo amenazas a que abandone la guerra. Éste a pesar de estar lleno de temor aún se atreve a resistirse (143-219). Apolo alienta a Héctor, ya sanado y retirado del combate por esa causa, y renueva la suerte de los troyanos (220-280). Héctor acomete a los fortísimos aqueos que dejando de combatir se retiraban a las naves; mata a una parte de ellos; a otros los hace huir, yendo delante el dios, quien agitando su égida estremeció de temor a los aqueos y fortaleció a los troyanos, pues derribando el muro, preparó el camino para destruir al ejército (281-389). Por esta terrible desgracia que le comunicó Eurípilo, Patroclo regresó ante Aquiles y lo exhortó para que los ayudara en ese último trance (390-404). Mientras tanto los aqueos combaten terriblemente ante sus naves cayendo muchos de ambas partes (405-590). Finalmente ellos se retiran sin dispersarse entre las filas de las naves, desde las que Áyax Telamonio defiende del fuego, armado con una lanza, porque ya Héctor amenazaba quemar la nave de Protesilao (591-746).

Canto XII: Combate en la muralla y Canto XIII: Batalla junto a las naves

Canto XII: Combate en la muralla

Los troyanos, siguiendo primero los consejos de Polidamante, atraviesan el foso previo al muro de los aqueos pero luego desoyen su consejo de no asaltar el muro. El licio Sarpedón abre una brecha en el muro que es atravesado por las tropas troyanas con Héctor a la cabeza, a pesar de la resistencia de Áyax y Teucro.

Canto XIII: Batalla junto a las naves

Poseidón acude a la batalla para animar a los aqueos a resistir las cargas de los troyanos. Entre los aqueos se destaca Idomeneo, rey de Creta. Héleno y Deífobo deben retirarse tras ser heridos por Menelao y Meríones. Pero Héctor prosigue en su avance hasta que se le opone Áyax.

Canto X: Gesta de Dolón y Canto XI: Gesta de Agamenón

Canto X: Gesta de Dolón
Amanece, se reanuda la batalla y los aqueos empiezan llevando la iniciativa. Destaca entre ellos Agamenón, hasta que resulta herido por Coón y debe retirarse. Entonces toman la iniciativa los troyanos. Los aqueos contraatacan pero Diomedes, Eurípilo y el médico Macaón son heridos por flechas de Paris. Mientras el troyano Soco muere a manos de Odiseo, pero consigue herirle, Patroclo es enviado por Aquiles a la tienda de Néstor para enterarse de las noticias de la batalla.


Canto XI: Gesta de Agamenón

Amanece, se reanuda la batalla y los aqueos empiezan llevando la iniciativa. Destaca entre ellos Agamenón, hasta que resulta herido por Coón y debe retirarse. Entonces toman la iniciativa los troyanos. Los aqueos contraatacan pero Diomedes, Eurípilo y el médico Macaón son heridos por flechas de Paris. Mientras el troyano Soco muere a manos de Odiseo, pero consigue herirle, Patroclo es enviado por Aquiles a la tienda de Néstor para enterarse de las noticias de la batalla.


Canto VIII: Batalla interrumpida y Canto IX: Embajada a Aquiles

Canto VIII: Batalla interrumpida

Zeus pide a los dioses llamados a asamblea que no se presenten en la batalla contra ninguno de los dos pueblos, y es llevado en su carroza al monte Ida (1-52). Desde ahí contempla durante la mañana a los ejércitos que combaten en dudosa victoria; después habiendo pesado cuidadosamente sus suertes en la balanza del destino, y lanzando sus terribles rayos, pronostica la muerte a los aqueos (53-77). Hera en vano pide a su aliado Poseidón que le sean apartadas a aquellos toda clase de ayudas; después vuelve Agamenón, levantando los ánimos y señala que Zeus se le ha mostrado propicio (78-250). Ya los aqueos, algún tanto superiores, repelen a los troyanos en un nuevo encuentro, y Teucro hiere a muchos de aquéllos con sus flechas y a su vez es herido por Héctor (251-334). Una vez más, se lanzan a la huida los aqueos cuando Hera y Atenea se preparan a marchar a Troya para llevar auxilio; pero Zeus habiéndolas visto desde el monte, las rechaza inmediatamente por medio de Iris (335-437). Él mismo, habiendo regresado al Olimpo reprende con suma severidad a las desobedientes diosas y aun amenaza a los aqueos con mayores matanzas para la mañana siguiente (438-484). Terminada la batalla a causa de la noche y habiendo realizado una asamblea los troyanos vencedores, ponen guardias de asedio en el mismo lugar de la batalla, y para impedir a los enemigos asechanzas o navegación, encienden innumerables fogatas a través de la ciudad y del campo (485-565).

Canto IX: Embajada a Aquiles

Entre los aqueos, una vez pasado el peligro, aterrorizados y rechazados de momento, convoca Agamenón ocultamente a los jefes a quienes el rey les señala la determinación de huir y dirigir la navegación durante la noche (1-38). Diomedes y Néstor lo desaconsejan de este torpe intento (39-78). Se colocan fogatas en las trincheras de los campamentos, se prepara una cena en la tienda de Agamenón y después de la cena se trata a toda costa de hacer las paces con Aquiles y atraerlo al ejército (79-113). El propio Agamenón mandó decir que si cedía en su enojo ante la pública necesidad, le prometía devolverle intacta a Briseida y magníficos regalos (114-161). Néstor envió con estas condiciones a varios escogidos, como Fénix a quien el padre de Aquiles lo había hecho mentor en su juventud, Áyax el mayor, Odiseo y dos embajadores de paz (162-184). Aquiles recibió amigablemente a los legados, pero rechazó todas las promesas de Agamenón y los discursos, ya los esmerados como los ásperos y suaves; además retuvo a Fénix y amenazó con que regresaría al poco juntamente con él a la patria (185-668). De este modo, después de que Áyax y Odiseo anunciaron tan dolorosa resolución, Diomedes lo confirma en toda su gravedad a los afligidos jefes y los exhorta a la tenacidad en la lucha (669-713).

Canto VI: Coloquio de Héctor y Andrómaca y Canto VII: Combate singular de Héctor y Áyax

Canto VI: Coloquio de Héctor y Andrómaca


El adivino Héleno, cuando decaía en huida el ejército troyano exhorta a Héctor para que haga un sacrificio público a Atenea en la fortaleza (1-101). Así pues él, habiéndose reanudado la lucha rápidamente, marcha a la ciudad; en este combate, Diomedes y Glauco, jefe de los licios, encaminándose al lugar de la lucha, antes de llegar a las manos, habiendo recordado la hospitalidad de sus padres, hecho el cambio de las armas, unen sus diestras (102-236). Hécuba y las demás matronas, por consejo de Héctor y de los próceres troyanos, llevan el manto al templo de Atenea y expresan sus votos por la salvación de la patria (237-311). Mientras tanto Héctor, en su casa, hace volver a Paris reprendiéndolo en el campo de batalla (312-368); a su esposa Andrómaca, la buscó en vano en sus habitaciones y salió finalmente de la ciudad por la puerta Escea; la encuentra con su hijo Astianacte y les habla por última vez (369-502). Armado, Paris alcanza a su hermano en el camino (503-529).

Canto VII: Combate singular de Héctor y Áyax

Héctor y Paris impulsan a los aqueos para que vuelvan a la batalla, combatiendo ya sea con armas iguales o mejores (1-16); lo cual, para que sea terminado finalmente, de acuerdo con el designio de Atenea y de Apolo, y la persuasión de Héleno sea provocado cada uno con la mayor fuerza posible por parte de Héctor para un combate cuerpo a cuerpo (17-91). Agamenón disuade a Menelao que se muestra alegre y confiado mientras los demás vacilan (92-122); al poco instigados por Néstor salen a combatir nueve héroes de cuyas suertes señala el suceso Áyax Telamonio (123-205). Se reúnen Héctor y Áyax y pelean duramente, mientras bajo la noche apartan a éstos, iguales en fuerzas, habiéndoles dado a su vez regalos (206-312). En los banquetes públicos Néstor hace el recuento de los cuerpos de los caídos que deben sepultarse y los campamentos que deben fortificarse. Cuando en la asamblea de los troyanos, Paris responde a Antenor quien dice que deben ser restituidos al dueño, Helena juntamente con sus riquezas, añade que él no regresará ningunas riquezas sino que a aquéllas se añadirán las propias (313-364). Al día siguiente Príamo lleva aquella respuesta a los aqueos y a fin de que también puedan ser sepultados los cuerpos de los troyanos manda que se haga una tregua (365-420). Después de estos sucesos cada bando procura dar sepultura a los suyos y al mismo tiempo los aqueos rodean su base naval con un muro y fosas; Poseidón se admira de estas obras con indignación en la asamblea de los dioses (421-464). A la cena sigue la noche amenazadora con sus rayos (465-482).


Canto IV: Violación de los juramentos y revista de las tropas y Canto V: Principalia de Diómedes

Canto IV: Violación de los juramentos y revista de las tropas

Tras una pequeña asamblea de los dioses, éstos deciden que se reanuden las hostilidades, por lo que Atenea, disfrazada, incita a Pándaro para que rompa la tregua lanzando una flecha que hiere a Menelao y tras la arenga de Agamenón a sus tropas, se reanuda la lucha, en la que Ares y Apolo por una parte y Atenea, Hera y otras divinidades, ayudan respectivamente a los troyanos y a los aqueos.

Canto V: Principalia de Diómedes

Entre los aqueos destaca en la batalla Diomedes, asistido por Atenea, que está a punto de matar a Eneas, y llega a herir a Afrodita. Mientras, Ares y Héctor comandan a las tropas troyanas y también destaca Sarpedón, caudillo de los licios, que mata entre otros al rey de Rodas, Tlepólemo. Luego Diomedes, amparado nuevamente por Atenea, hiere a Ares.

Canto II: El sueño de Agamenón y la Beocia y Canto III: Los juramentos y Helena en la muralla

Canto II: El sueño de Agamenón y la Beocia

Zeus, inquieto por la promesa que le había hecho a Tetis, aconseja por medio de un sueño a Agamenón que arme a sus tropas para atacar Troya. Sin embargo, Agamenón, para probar a su ejército, propone a los aqueos regresar a sus hogares, pero la propuesta es rechazada. A continuación se enumera el Catálogo de naves del contingente aqueo y el de las fuerzas troyanas.


Canto III: Los juramentos y Helena en la muralla

El jefe de las tropas troyanas, Héctor, increpa a su hermano Paris
por esconderse ante la presencia de Menelao. Ante ello, Paris decide desafiar a Menelao en combate singular. Helena, el rey Príamo y otros nobles troyanos observan la batalla desde la muralla, donde Helena presenta a algunos de los jefes aqueos. La batalla se detiene para la celebración del duelo singular, con la promesa de que el vencedor se quedaría con Helena y sus tesoros. Menelao está a punto de matar a Paris pero éste es salvado por Afrodita, y es enviado junto a Helena.

La Iliada

La Ilíada (en griego antiguo Ἰλιάς: Iliás; en griego moderno Ιλιάδα: Iliáda) es una epopeya griega y el poema más antiguo escrito de la literatura occidental. Se atribuye tradicionalmente a Homero. Compuesta enhexámetros dactílicos, consta de 15.693 versos (divididos por los editores, ya en la antigüedad, en 24 cantos o rapsodias) y su trama radica en la cólera de Aquiles (μῆνις, mênis). Narra los acontecimientos ocurridos durante 51 días en el décimo y último año de la guerra de Troya. El título de la obra deriva del nombre griego de TroyaΙlión.

Tanto la Ilíada como la Odisea fueron consideradas por los griegos de la época clásica y por las generaciones posteriores como las composiciones más importantes en la literatura de la Antigua Grecia y fueron utilizadas como fundamentos de la pedagogía griega. Ambas forman parte de una serie más amplia de poemas épicos de diferentes autores y extensiones denominado ciclo troyano; sin embargo, de los otros poemas, únicamente han sobrevivido fragmentos. Fue muy famosa en su época y es obligatorio estudiarla en Grecia.